La enfermedad de Lyme es una infección resultante del ingreso en el cuerpo de la bacteria Borrelia burgdorferi, cuando cierta garrapata infectada pica a una persona. La infección se produce en tres etapas.
En la etapa localizada temprana, una erupción llamada eritema migrans aparece en el lugar de la picadura de la garrapata de tres días a unas pocas semanas más tarde. La erupción comienza como una pequeña marca roja y al pasar los días crece lentamente hasta dos pulgadas de ancho por lo menos. Se puede extender a 10 o más pulgadas, a veces con forma de anillo o de ojo de buey.
Generalmente, la erupción no duele ni pica. En un 10% a 25% de los casos, la erupción pasa desapercibida. Si no se trata, la infección puede diseminarse a otras partes del cuerpo en días o semanas. Esto se conoce como la etapa diseminada temprana. La persona infectada puede tener muchos signos y síntomas tales como:
- Más de una erupción
- Fiebre
- Dolor en las articulaciones y en los músculos
- Dolor de cabeza
Aproximadamente en un 20% de los casos, la infección puede atacar el sistema nervioso. Esto puede causar un grave dolor de cabeza y rigidez en el cuello, parálisis de los músculos de la cara o inflamación dolorosa de los nervios. Si la infección alcanza el corazón, como sucede en aproximadamente el 5% de los casos en esta etapa, puede reducirse el ritmo cardíaco en gran medida (conocido como bloqueo cardíaco). Algunas personas no experimentan síntomas.
La etapa tardía puede aparecer meses o incluso años después de la picadura, sobre todo en aquellos que no recibieron un tratamiento temprano. En esta etapa, la infección puede afectar las articulaciones (artritis de Lyme), causando dolor e inflamación en una o ambas rodillas. Con menos frecuencia, la artritis de Lyme puede afectar otras articulaciones, sobre todo grandes.
Es poco frecuente que la infección en etapa tardía también pueda dañar el sistema nervioso. Puede afectar a los nervios periféricos (los nervios fuera del cerebro y la médula espinal), lo que genera entumecimiento o sensación de hormigueo o, con menor frecuencia, debilidad. Si la infección afecta al cerebro, puede provocar problemas en la memoria y la concentración.